La trágica infancia de Jennifer Aniston

Tras el estreno de la película "Dumplin" en la plataforma de Netflix. Aniston tuvo un momento de reflexión sobre la falta de conexión entre ella y su madre, fallecida en 2016. La película es una comedia basada en el libro de Julie Murphy; protagonizada Danielle MacDonald y la ya antes mencionada Jennifer Aniston. La trama de la historia es guiada por la tensa relación entre una madre y su hija. Una madre, ex reina de belleza, y la dificultad de aceptar los problemas de obesidad de su hija. En rebeldía y para cambiar la visión de su madre, la joven se anota en un concurso de belleza.
«Uno de los aspectos por lo que me gustó tanto el vínculo entre madre e hija es porque era muy parecido al mío y al de mi madre. Esta niña pequeña solo quería ser amada por una madre que estaba demasiado ocupada con cosas que no importaban.» 


Jennifer Aniston confesó en una entrevista para "The Sunsay Telegraph" la mala relación que mantenía con su madre. La modelo Nancy Dow no creía que su hija se encontrara a la altura, para ella el aspecto era lo más importante, y le obsesionaba el de su hija. Quizás por eso, Jennifer siempre ha buscado alejarse de ese ideal de belleza en que la han encasillado. 

«Ella era modelo y todo se trataba de cómo se veía y cómo era yo», contó. «No salí la niña modelo que ella esperaba y fue algo que me impactó. Sinceramente, todavía creo que no tengo ese tipo de luz, lo cual esta bien.»


Además, al publicarse el libro de su madre ('From Mother and Daughter to Friends: A memoir'), en el que relata secretos familiares, Jennifer se vio obligada a cortar lazos y cualquier tipo de parentesco con su madre. De hecho, nunca le llegó la invitación a su boda con Brad Pitt. 

«También era rencorosa. Se guardaba cosas que a mí me parecían estúpidas. Y era muy crítica conmigo.»
En consecuencia, tuvo que luchar contra arranques de ira.
«Creía que si estabas enojado, debías guardarlo. Me volví pasivo-agresiva. No tienes que ser un ser humano histérico con venas a punto de estallar en tu cuello, poniéndote roja y aterrorizar a la gente, ni tampoco quedarte callado y esconder la cabeza. Solía detestar la confrontación. No sabía cómo enfrentar la ira. He trabajado mucho para expresarla.»



En su afán de exorcizar demonios del pasado, dio algunos detalles de su vida privada y cómo la inseguridad de su niñez la persigue hasta hoy en día:
«Necesitaba lentes. Me analizaron con una máquina para chequear mis ojos, tenía un ojo vago, al que siempre debían corregir con Photoshop. Luego, me hicieron una prueba con diez preguntas basadas en lo que acababa de leer y acerté en tres, ahí fue que me diagnosticaron dislexia. (...) Yo creía que no era lista. No podía retener nada», explicó. «Por fin sentí como si todos los traumas de mi infancia hubieran muerto.»


¿Cuánto le había afectado a aquella niña (y adulta) la falta de amor y comprensión de su madre? Jennifer Aniston comenzó a ir al terapeuta y descubrió que sus problemas residían en el excesivo control que Nancy ejercía sobre ella, llegando a dominarla.
«Ella tenía mucho carácter. Si me enojo, yo lo hablo. Nunca voy a gritar histérica. Pero, nunca se me enseñó gritar. Una vez, le levanté la voz a mi madre, ella me miró y se echó a reír. Ella se reía de mí. Fue como un puñetazo en el estómago.»

Entre tanto, en una entrevista aparte, su madre comentó:
«Desde el principio fue una niña muy reservada. Sí, yo gritaba mucho. Mi marido me había abandonado y yo era una madre soltera, responsable de una niña.» 


No obstante, Jennifer mostró en incontables veces lo poco que le importa la crítica. Su padre, el también actor John Aniston, prefería que ella tuviera una profesión lejos del espectáculo. Tenía miedo que la rechazaran y eso le afectara. De todos modos, ella ignoró los miedos de su padre y tomó un avión directo a Nueva York.

Además, en 2016 enfrentó a los paparazzi, y las constantes preguntas sobre la maternidad:
«No estoy embarazada. No necesito estar embarazada o ser madre para sentirme completa.»

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